No me interesan los buenos de espíritu ni los malos de hábitos.
De estos no quiero respuesta, quiero mi revés.
Que me traigan dudas y angustias y aguanten lo que hay de peor en mí.
Para eso, sólo siendo locos.
Los quiero santos para que no duden de las diferencias y pidan perdón por las injusticias.
No quiero solamente el hombro o la falda, quiero también su mayor alegría.
Amigos que no ríen juntos, no saben sufrir juntos.
No quiero risas previsibles ni llantos piadosos.
Quiero amigos serios, de aquellos que hacen de la realidad su fuente de aprendizaje, pero que luchan para que la fantasía no desaparezca.
Los quiero mitad infancia y otra mitad vejez.
Niños, para que no olviden el valor del viento en el rostro, y viejos, para que nunca tengan prisa.
Pues viéndolos locos y santos, tontos y serios, niños y viejos, nunca me olvidaré que la normalidad es una ilusión imbécil.
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