viernes, 30 de abril de 2010

Tú eres y serás siempre...mi horizonte


Caminar hacia el horizonte,
ese horizonte que se aleja
a medida que avanzamos.
Ese horizonte inalcanzable,
el horizonte de nuestros ideales
de nuestros anhelos
de nuestros sueños irrealizables
de nuestros secretos mejor guardados.
Caminar hacia el horizonte
con la esperanza de alcanzarlo algún día
aunque sólo sea por un minuto,
por un segundo,
por un instante ínfimo de tiempo.
Vivimos cabalgando sobre una nube
con forma de cisne,
dejándonos empujar por las corrientes
de los vientos de la vida
con una sola meta,
poder alcanzar el ansiado horizonte naranja
de cualquier amanecer.
El horizonte donde poder un día gritar:
¡Soy feliz!
¡Mereció la pena vivir!
Perseguimos ese horizonte,
no necesitamos nada más, nada más que eso:
un gramo de felicidad
una gota de plenitud
sentir, qué sentimos,
qué existimos
qué vivimos
qué estamos
qué somos.
Yo descubrí ese lugar
ese horizonte, esa plenitud,
cuando cabalgué
sobre la nube de cisne de tu alma blanca,
sobre la nube que el efluvio de los componentes
de nuestra atracción fusionó,
formando la mágica nube que un día
nos apeó en el mismísimo horizonte de la felicidad;
el horizonte soñado,
el único horizonte capaz de proporcionar
oxigeno a nuestra existencia.
El horizonte que equilibra
la locura y la cordura.
El horizonte que une La Tierra y El Mar,
el horizonte que une a un hombre
y a una mujer enamorados
en el cielo  eterno de la felicidad,
de la plenitud
del amor.
Gracias por ser…mi horizonte
y abrazarme en cada amanecer.
¡No necesito nada más!
excepto... a ti. 
Mistral

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