miércoles, 15 de agosto de 2012
Aún queda mucho por aprender
Yo, que creí saber tanto respecto
a relaciones amorosas, últimamente, sin querer y sin darme
cuenta, observando mis experiencias, mis aciertos y sobretodo, mis
errores, he visto que en materia de amor, aún me falta tanto por aprender...
por entender... por cambiar... por corregir... por aceptar... por mejorar...
Debo aprender que enamorarme no es obsesionarme ni irme
a los extremos.
Debo aprender a no poner toda la motivación de mi vida en
sólo una persona.
Debo entender que no se debe rogar amor y que una
relación de pareja no es para vivir angustiado.
Debo aprender que si pretendo tener una relación de adulto,
debo comportarme como tal.
Debo aceptar que en el amor como en cualquier otra cosa
de la vida, existen los tropiezos, las caídas y los dolores, y el miedo
solamente dificulta más las cosas.
Debo aprender que no es bueno sobre valorar, endiosar,
ni idealizar a nadie. Porque todos somos humanos y no debo esperar de mi
pareja más de lo esperable de un ser humano.
Debo aprender que es bueno ser como soy, siempre y
cuando eso no implique irrespetar a quien esté conmigo.
Debo aceptar que en algunas ocasiones es necesario
pasar por un gran dolor para conocer una gran felicidad, ya que a veces el
suelo del fondo es el más apto para brincar.
Debo entender que la confortabilidad brindada por la rutina
es engañosa, porque la realidad está en constante cambio, por eso es necesario
aprender a tolerar la inseguridad natural de la vida cotidiana.
Debo aceptar que los planes pueden desaparecer en un instante,
porque el futuro se mueve como él desee y no como a mí me dé la gana. Si éste
me permite hacer algunas cosas sobre él, debo estar agradecido y
no lamentándome por lo que no pude hacer.
Debo aceptar que alrededor del amor se han
creado muchas mentiras. Por eso debo dejar de volverle la cara a la verdad
sólo para seguir en una falsa comodidad o por miedo al dolor. Si la vida
me demuestra que aquello en donde puse mi corazón es una farsa, debo
aceptarlo; llorando, desahogándome y renaciendo como una nueva persona.
Debo mejorar mi amor propio...Para que la partida de quien
quiero no me haga sentir despreciado, humillado o rechazado. Para no ser tan sensible
al abandono. Para no terminar creyendo que me dejaron por feo o por tonto,
y poder aceptar que simplemente funcionó el tiempo necesario. Para
no arrastrarme poniéndome de alfombra a los pies de nadie.
Debo aceptar que agradarle a alguien hoy no garantiza
el agradarle mañana. Y eso no tiene porqué ofenderme si lo acepto...Si
acepto que a veces las personas no pueden dar más. Si acepto que quien
esté conmigo tiene derecho a no estarlo, y a que yo ya no le guste. Si
acepto que quien amo, tiene derecho a tomar sus propias decisiones, aunque
a mí no me satisfagan.
Debo recordar que a veces, lo bueno se obtiene
esperando y presionando se arruina. Por eso es necesario tener paciencia,
esperar tranquilamente y recordar...Que la impaciencia es producto de
un impulso emocional, el cual tal vez pronto pasará. Que la impaciencia
asfixia a quien está conmigo. Que la presión se puede convertir en
irrespeto. Que tomar una decisión mientras estoy impaciente es
peligroso, porque estoy influido por un estado emocional extremo y pierdo
toda objetividad, ahí no va mi verdad, sino mi impulso, mi compulsión, y
podría hacer algo de lo que me arrepienta. Además, si soy paciente no veré la
espera como sufrimiento.
Debo aprender a no ser posesivo. Que alguien se marche no es
perder una pertenencia que me gustaba mucho. Mi pareja no es mía, es prestada,
y “su dueño” tiene derecho a llevársela cuando desee. Y aunque “ser dueño”
de alguien brinde más seguridad que tenerlo prestado, debo entender que
eso es una ilusión. Aunque la crea mía, no lo es, por lo tanto...No puedo
decidir sobre la vida de quien esté conmigo. No puedo esperar que actúe
sólo de acuerdo a mis deseos. No debo controlarle, manipularle, adueñarme de
ella, ni decidir su destino. No debo reclamarle a la vida por
hacerme devolverle lo que me prestó.
Pero sobre todo... debo aprender...que nunca dejare de
aprender, y mientras continúo aprendiendo, debo permitirme vivir y sentir.
Y ahora, que me empiezo a recuperar de los dolores sufridos gracias a ni
siquiera haber aprendido que aún queda mucho por aprender, lo único restante por
hacer es, en medio de unas cuantas lágrimas, tomar un gran suspiro y decirme a
mí mismo...¡
Bueno amigo...volvamos a empezar! Cada ser es diferente y
único, con formas de pensar amar y sentir diferente y nadie es dueño de
otro. Dios nos creó de libre pensamiento y sentimiento para amar y
ser amado con respeto a uno mismo y a los demás. Dios creó el amor y lo
depositó en cada uno de nosotros para estar unidos y apoyarnos
mutuamente para mantener la tristeza y soledad lejos de nosotros.
Por eso ama con ternura.... sin dañar. Ama con alegría......
sin causar tristeza. Ama con sabiduría.... para que ambos estén prestos a
aprender.. Ama dando gracias a Dios..... por este hermoso regalo que
nos dejó, que es el más bello sentimiento....llamado amor.
Escrito por el psicólogo
Mario Alonso Madrigal.
San José, Costa Rica, 2006
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