Y este sobrecito de azúcar que tocas aquí, en el renglón número "tanto" de esta pagina (cuidado, que no se rompa, va a ser como un panadero soplado en la siesta de verano, puro copito de algodón desparramado el azúcar si se cae) lo robé de la mesa de un bar para dártelo a vos.
A vos que sos de sagitario como yo, o de acuario como mi hija, o...¿de qué signo sos? Este sobrecito de azúcar hará que todos los planetas estén bien aspectados para vos. Que tengas tantas ganas de vivir, que nada te las pueda anestesiar.
Hará que entiendas que la libertad no es algo que nos llega de afuera, una imposición, una dádiva, un regalo, una gracia, sino que es algo que tenemos adentro, que nos pone alas en la mente y en el corazón, para que nuestras ideas y nuestros sentimientos puedan volar aunque nos tengan encadenadas a una silla, amordazadas, quietas, entre rejas, amenazadas.
Lo que sale a volar es el alma..., la que viaja es el alma, por lluvias que enhebran las cuentas del arco iris ...de siete mil colores.
Y a esa alma no la hieren las mentiras, porque no le llegan. Y no la perturban las sombras, porque ella es como una invencible mariposa de luz.
Cada granito de azúcar de este sobre es una armadura para que te defienda.
Cada granito de azúcar es una hora de un recuerdo que no querés que se pierda: es un poquito de infancia en la casa de la abuela.... Y es un ratito de la noche en que nuestra prima mayor se quedaba a dormir en casa y escuchábamos embobadas sus historias de amores y de bailes girando interminablemente...
Y es mamá adornando con rositas de organza la torta de nuestro cumpleaños, cuando se cumplían los tres deseos que pedíamos al soplar las velitas... Y es la abuela paciente enseñándonos a tejer en punto santa clara una bufanda que nos llegaba hasta los pies.
Y es la maestra de quinto grado, tan linda, tan alta, tan elegante y tierna, poniéndonos en el cuaderno un muy bien diez que despertaba el orgullo de papá.
Y es el rouge rosa claro con el que pensábamos que parecíamos más mujeres. Y la gota de esmalte que cortaba la corrida de la media de nailon. Y el chico que no quería dejarnos ver la película en el cine del barrio, enamorado y ávido.
Un puñadito para todos: el sello del primer voto en la libreta cívica, una manifestación disuelta con gases lacrimógenos que casi nos asfixian, los paraísos talados en toda la cuadra de casa, la sortija de casamiento, el bebe chiquitito que nos convirtió en diosas, el miedo de morirnos antes de que fuera grande y pudiera valerse por sí mismo.
Las cartas de los amigos que se fueron a vivir a otros países, los discos de Sui Generis... Y cómo las cosas que amábamos se iban disociando: los Beatles, el cafe semanal de las cuatro mosqueteras......Qué sé yo.
Transformá cada granito de azúcar en lo que quieras. En un recuerdo, en una persona, en una esperanza, en un regreso. Por qué no en un regreso, si al final las historias son un poco círculos concéntricos que se van repitiendo, unidas en un punto que quién sabe cuál es.
Pero acordate que el sobrecito te lo di yo. Que te tuve en cuenta. Que sé que estás ahí. Que cuando escribo siempre estoy buscando algo para dejar entre tus manos. Y vos sabes donde podes encontrarme. Triste, o contenta, enamorada, o rota, pero cercana y tibia, y toda, toda, de verdad, en estas palabras.
Este sobrecito de azúcar guárdalo bien. Te va a dar suerte, estoy segura.
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